lunes, 23 de junio de 2008

Madrugada en Buenos Aires (basado en "El rocanrol de los idiotas")

Ninguno de sus chistes absurdos me había hecho reír, cuando el alcohol se apoderó de mi lado pendenciero, me di vuelta para insultarlo y ya no estaba, lo vi caminando a tientas hacia la puerta: el último borracho que quedaba (sin incluirme) se iba del lugar. Mientras tanto el mozo que levantaba las sillas alternaba su mirada entre el reloj y yo. Era hora de partir.

Otra vez rumbo a la calle sin lograr olvidarla, sin entender su adiós, sus incoherentes motivos, sin chances de detenerla, y es que nunca fui bueno para las palabras de amor, y ella era... simplemente una mujer que no me quería, apenas una más. Mis pies perseguían un zig- zag invisible en la vereda, los efectos de la borrachera se dejaban notar, pero no como hubiese deseado, no tanto.

Buenos Aires se mostraba sumisa, en silencio, hacía frío, demasiado para ser marzo, todo estaba muy oscuro. Maullaban los gatos insomnes, como yo... como ella que corría detrás del último colectivo que, por cierto, no paró. Se sentó vencida en el cordón y su belleza era tan extraña que me obligó a detenerme a unos metros para observarla, prendí un cigarrillo mientras ella descubría que en su paquete no quedaba ni uno, y entre insultos lo abollaba.

Se levantó sin ganas, esbozó una sonrisa, de esas que aparecen cuando se evita llorar y empezó a caminar, me acerqué despacio: "Disculpame- se detuvo asustada, no me había visto-... sé lo que es quedarse sin cigarrillos de madrugada" le dije mientras le ofrecía uno. Lo aceptó y mirándome dijo "Gracias", entendí entonces por qué estaba tan gris el cielo: los ojos de esa mujer le habían robado todo el azul.

-"¿También perdiste el colectivo?"- me preguntó.

-"No"- le respondí y casi sin querer empezamos a caminar juntos y quise saber si existía un destino.

-"¿Adónde vas ahora?"-

- "A cualquier lado"- me dijo y tuve ganas de acompañarla.

Pasamos a los detalles, a las preguntas obligadas que, en realidad, no dicen mucho. Supe su nombre, su edad, que hacía, pero me interesaba todo lo demás, todo lo que escondía su expresión de tristeza perpetua, lo que no es tan fácil de contar a un extraño, y no encontraba los medios para empezar a inquirir.

-"Está por llover"- dijo recorriendo el cielo con la mirada. Ni bien terminada la frase, las primera gotas comenzaron a caer sobre los autos estacionados, caminábamos en el medio de la calle, solos, sin hacer caso a la lluvia, porque ambos teníamos mucho más en que pensar.

El silencio tomaba las riendas, ella se concentraba seriamente en el piso, como ignorando mi presencia, debía hablar, entonces, sin pensar, le hice un comentario:

-"Hoy me abandonó una mujer" -

- "A mí un mundo"- me dijo, con voz tímida y herida. Ese fue el punto de partida. Estaba demasiado arraigada a su pena, sentí que desde el comienzo estuvo esperando una oportunidad para desatar su nudo, y ni siquiera le importó lo que le dije, pero sí le sirvió para empezar a confesarse: habló de largas historias de manos vacías, de noches de insomnio, de soledad, de locuras, de egoísmos, de amores que matan, de todo lo que tenía para curar por no saber prevenir. La miraba fijo y entendía cada palabra que me decía, porque nos había juntado la vida y yo estaba con ella en el mismo lugar, además del espacio físico, estaba en el mismo lugar y tal vez desde antes de conocerla, en un camino paralelo, que se volvió perpendicular al de ella esa noche.

Demasiado linda, demasiado ángel para haber sufrido así, y reía ella, protagonista de una tragicomedia, y esa sonrisa resignada sólo acrecentaba su encanto y mis ganas de besarla se hacían cada vez más evidentes, no así ella: se mantenía distante, como desentendida del deseo, o tal vez escapaba de algo... de soñar. Puede que tuviera razón y ¿para qué arriesgar?, si amanecía de golpe y me saludaba de lejos, "Adiós y hasta otra vida", ¿qué iba a cambiar? , lo lamentaría, sin dudas, pero...era tan bonita, la miré con discreción nuevamente, su pelo enmarañado, su maquillaje maltratado, sus gestos sombríos, si terminaba la noche sin un beso de esa boca...iba lamentarlo tanto.

Habíamos caminado mucho, y la garúa de varias horas había empapado nuestra ropa, era admirable ver como podía sostener su cuerpo sobre tacones en el asfalto mojado, se lo dije, y rió con ganas, la primera risa certera de la madrugada y, supongo que empujada por un impulso, me tomó de la mano.

La miré con vergüenza y ella con decisión, no lo había sospechado, pero su manga escondía un as, y es que no siempre las cosas son como se ven, y mientras yo pensaba en retirarme dignamente vencido, ella tejía trampas con su suave hilo. Una reina blanca frente a mí, jaque mate de golpe, un profundo beso de sus labios rojos y seguimos caminando bajo la lluvia sin destino, bailando y perdiéndonos en un amanecer sin sol.

4 comentarios:

Arcángel Mirón dijo...

Amiguísima!!!! Al fin!!

Bienvenida al mundo blog. Ya era hora de que volvieras a escribir.

Éxitos también en este infierno. Realmente está encantador.

Arcángel Mirón dijo...

Los fans de este blog queremos un nuevo texto.

Arcángel Mirón dijo...

Ay, pusiste la foto rara!! Bieeeeeennn....

Ahora escribí.

Anónimo dijo...

Fantástico.
Te felicito.